El Covid-19 y los aprendizajes: ¿Aprendemos del cierre no buscado de las escuelas?

Imagen: Laura Delgado

Reconozcamos que aún no tenemos muy claro el impacto del COVID-19 sobre el aprendizaje de los estudiantes. Sabemos, sí, que la pandemia no es un fenómeno educativo, pero que daña sustantivamente a la la educación y que afectará el aprendizaje escolar esperado de los estudiantes; que estos impactos serán diferenciales a partir de las enormes disparidades socioeconómicas, en acceso a tecnología y habilidades tecnológicas aprendidas previamente. Además, sabemos que los efectos se darán de  distinta manera entre niveles educativos, entre regiones y, de manera particular, en función de la organización escolar de cada escuela –que precede a la pandemia– en términos de comunicación de la escuela con las familias, de la calidad de interacción de los docentes con los estudiantes; en fin, de la clase de comunidad escolar generada desde antes de la pandemia. 

En esta nota abordamos lo que representó el cierre de los centros escolares para distintos actores –principalmente en educación básica y media superior– que podría ser importante recuperar hacia el futuro y para todos. Partimos de algunos resultados preliminares de la encuesta que desarrollamos para asociaciones de las que formamos parte, como son Juntos por el Aprendizaje y Mujeres Unidas por la Educación, y que están en proceso de análisis en este momento. Interpretamos estos primeros resultados parciales con la mirada centrada en los actores y la comunidad educativa.   

Para todos ha hecho mucha falta el contacto cotidiano, la presencia del docente, la interacción con sus amigos y compañeros. Para muchos, la relación ha sido difícil en la distancia, incluso entre adultos. Lo que hemos encontrado es que la comunicación entre pares fue la que más padeció el cierre de las escuelas (por ejemplo, entre docentes, entre directores y entre supervisores); sin embargo, se incrementaron las interacciones entre los niveles jerárquicos (por ejemplo, entre supervisor y director, de éste con docentes y de estos últimos con las madres). 

También en esta encuesta buscamos lo que podemos aprender para el futuro, lo que probablemente pueda quedar como algo positivo, o que deberemos trabajar para fortalecer en el sistema educativo. Encontramos que la disrupción por el COVID-19 ha generado dinámicas positivas en los principales actores de una comunidad educativa.  

Vemos directivos escolares reconociendo el valor de la comunicación en la escuela y con la comunidad escolar; que identifican la necesidad de contar con escenarios alternativos de acción educativa, de tener más claros los estándares de aprendizaje, la planeación de actividades y las rutas de acción identificables. Aprendimos también de la importancia de que las escuelas  “enseñen” a las familias, de manera más clara, qué es lo que hace la escuela y cómo lo hace. Enseñar en qué y cómo el apoyo de cada una de las familias es vital en el desarrollo escolar de los estudiantes (con y sin cierre escolar).

Identificamos docentes de múltiples contextos aprendiendo el uso de tecnologías diversas, ajustando sus programas de estudio a la enseñanza a distancia, buscando más recursos y nuevas herramientas para la enseñanza; procurando ser creativos en su condición particular de enseñanza. Encontramos docentes estableciendo contacto directo con las familias, reconociendo el trabajo de las madres que apoyan a sus hijos en el aprendizaje, apreciando su trabajo con la dificultad de enseñar sin ser docente.

Encontramos padres, en especial, madres que sorpresivamente se encuentran adquiriendo un rol más activo en el aprendizaje de sus hijas e hijos, que han revalorado el trabajo docente y sus dificultades; que son capaces de identificar y reconocer el valor de todos los aprendizajes en el desarrollo de los menores, además de lo que aprenden en la escuela. 

Registramos estudiantes desarrollando otras habilidades: de manera importante, las digitales y cómo apoyar en tareas del hogar; niños y jóvenes aprendiendo a buscar información que antes esperaban sólo recibir; aprendiendo que también se puede aprender a través del juego y que es posible el aprendizaje autónomo. Sin duda, también reconociendo la falta de las interacciones propias de la escuela, extrañando a sus compañeros y docentes; aprendiendo a ser resilientes.   

Por último, y a partir de estos resultados, proponemos que se ponga atención privilegiada en la comunidad escolar en su conjunto, pues es ésta la que debe plantearse rutas de acción y mejora continua de manera participativa. Es en la comunidad donde todos los actores están incluidos y deben aprender a gestionar su propio aprendizaje, sus acciones conjuntas e individuales, para conseguir juntos el desarrollo de los estudiantes. Por eso hay que tener clara la finalidad de los aprendizajes –escolarizados y no escolarizados– así como su carácter “fundante” para el desarrollo futuro. Debemos insistir en que los objetivos de enseñanza y de aprendizaje deben, en cada momento, ser compartidos por toda la comunidad escolar, directivos, docentes, padres y estudiantes. De esta manera, una disrupción como la actual podría ser más fácil de acompañar en la distancia. 

Vale reconocer que el cierre de los centros escolares plausiblemente ayudó a generar mayor empatía entre actores y al reconocimiento de la necesidad del trabajo conjunto de la comunidad escolar. No lo desaprovechemos: partamos de ahí como estímulo para generar una más fuerte y fructífera relación entre todos: autoridad educativa, autoridades escolares, docentes y familias trabajando por el desarrollo integral de cada uno de los estudiantes. No olvidemos nunca que el objetivo último y principal de la educación es el desarrollo integral de cada uno de los estudiantes; conseguir que cada niña y niño alcancen el máximo de sus potencialidades para seguir creciendo y conseguir ser adultos libres y responsables. 

Deberemos fortalecer el punto de encuentro entre la familia y la escuela más allá del espacio físico. Si logramos aprender esto de la crisis actual, encontramos esperanzas para compensar por el aprendizaje escolar que seguramente “se perdió” por el cierre de las escuelas; pero también reconocer que se aprendieron muchas cosas que ahora habrá que “traducir” hacia adelante en aprendizajes significativos, capaces de ser fundamento de otros nuevos.  

Por último, y parafraseando la referencia de un colega: “Nunca dejes que una buena crisis se vaya a la basura. Los problemas pueden ser grandes; pero es importante lo que haces durante la caída, porque eso es lo que determinará la altura a la que podrás llegar.” Sigamos juntos por el aprendizaje. 

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Autoras integrantes de MUxED:

Teresa Bracho: Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora independiente en educación y políticas sociales. Ciudadana por convicción. teresabracho@gmail.com : Tw: @TeresaBrachoG

María Elena Ortega: Economista con Doctorado en Educación. Se especializa en el diseño, monitoreo, evaluación y aprendizaje de programas educativos y laborales. Tw: @MariaElenaOrte9

Laura Delgado: Psicóloga social, profesionista independiente y cofundadora de Kaans-Balam, S.C. Especialista en diseño y desarrollo de instrumentos de evaluación. Mamá, esposa, amiga y buena ciudadana de tiempo completo. lau.delma@gmail.com Tw: @lau_delma

Maribel Díaz: Psicóloga y Maestra en Aprendizaje y Políticas Educativas. Tw: @DV_Maribel

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