Císcale, císcale diablo panzón; que se quede el INEE en la siguiente administración

Sergio Martínez Dunstan

Tal pareciera que el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) intenta hechizar al magisterio —a la opinión pública o cualquiera que esté preparado para la seducción, como sus propios fans— mediante conjuros metodológicos. Invoca a los especialistas para preparar fórmulas mágicas, a fin de contrarrestar el “mal de ojo” de los espíritus chocarreros y los malos augurios de los clarividentes, que han maldecido su existencia y anunciado su desaparición del espectro de los organismos públicos. El hechizo consiste en restarle importancia, al menos en el discurso, a la evaluación del desempeño para juzgar la permanencia de los profesores en el servicio educativo y, en contraparte, enaltecer la evaluación de los aprendizajes en el aula. Es una transmutación de un objeto hacia un sujeto de la evaluación.

Percibo una doble intención detrás de esta benévola ilusión: encantar al maestro con la fórmula mágica de la evaluación formativa. Para este fin, recurren a expertos en el tema, a mi parecer, llamar la atención y mostrar un rostro más amable, hacia un propósito muy generoso como lo es el de coadyuvar en la formación continua de los maestros en servicio. Buscan, por una parte liberarse de la anatema que les profirieron sus detractores, según dicen ellos, así como ser empáticos con los maestros y con las ideas anunciadas por los actores políticos de la próxima administración: sustituir al Instituto de Evaluación por otro de Formación.

El INEE intenta convencer que puede ser útil al estado mexicano y convertirse, de nueva cuenta, en un actor importante de las futuras políticas públicas, sufrir una metamorfosis de evaluador de la formación a formador en evaluación. Es decir, continuar con el monopolio de la evaluación. Lo hacen con la venia de la Secretaría de Educación Públic a (SEP) y de manera conjunta con ella. Cabe mencionar que, según el Acuerdo Secretarial 12/05/18 (https://goo.gl/fNyQnk), por el que se establecen las Normas generales para la evaluación de los aprendizajes esperados el primer periodo de evaluación comprende del comienzo del ciclo escolar y hasta el final del mes de noviembre y enfrenta a los maestros con la necesidad de conocer otras estrategias para evaluar. Esta coyuntura justifica la reordenación del trabajo del INEE hacia la evaluación de los aprendizajes aunque el momento político nos recuerde que la administración pública actual fenece en ese mismo periodo. Pareciera ser un contrasentido y estar a contratiempo. Como que quieren mostrar un mejor rostro, menos sancionador y más orientador, menos punitivo y más prescriptivo, menos áspero y más amable para dos destinatarios: el primero, explícitamente los docentes frente a grupo y, el segundo, la próxima administración. La SEP carga en hombros al INEE, hasta el final, para impulsarlo como lo ha venido haciendo. Es una de sus creaciones, el arma letal de la reforma educativa. Entre el “evaluar para mejorar”, eslogan del INEE, y el “evaluar para aprender” promocional de la evaluación formativa y su vínculo con la enseñanza y el aprendizaje de la SEP. Permítanme gentiles lectores sustentar lo anteriormente señalado.

El pasado quince de noviembre, el INEE lanzó una campaña de comunicación a través de las redes sociales y en su página web para promover el curso “¿Cómo mejorar la evaluación en el aula?” (https://goo.gl/8X7j16). Incluso emitió un comunicado de prensa, el número 98 (https://goo.gl/R9E5ni). La convocatoria para el curso era abierta, aunque está dirigido a los docentes en servicio. En dicha campaña se destacan los beneficios del curso para “mejorar la forma de evaluar a los estudiantes y transformar su aprendizaje con el fin de elevar la calidad educativa”. La referencia básica es el texto de Pedro Ravela, Beatriz Picaroni y Graciela Loureiro titulado ¿Cómo mejorar la evaluación en el aula? Reflexiones y propuestas de trabajo para docentes, el cual forma parte de la Colección Aprendizajes Clave para la Educación Integral. En otro tweet, se señaló con relación al mismo curso que los maestros descubrirán “conceptos clave sobre evaluación, así como ejemplos y recomendaciones para poner en práctica en el aula”. También se promocionó, en la misma red social, la entrevista a un docente de educación primaria, quien refiere que el curso está planteado para que los maestros “repensemos nuestras prácticas de evaluación y contemos con estrategias para brindarles una mejor realimentación con el objetivo de favorecer los aprendizajes de nuestros estudiantes”. Se pretende asimismo, a lo largo del curso, que los participantes comprendan la relación entre la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación formativa. En una animación del propio curso, se presentan cinco estrategias de evaluación para mejorar la enseñanza partiendo de la capacidad del docente como evaluador para reconocer lo que se propuso enseñar y lo que realmente aprendieron sus alumnos, a fin de modificar y ajustar sus propuestas de enseñanza. La primera de estas estrategias consiste en clarificar los propósitos educativos; la segunda, recomienda generar evidencias sobre el aprendizaje de sus alumnos; la tercera, sugiere ofrecer retroalimentación de manera permanente; la cuarta, busca propiciar la coevaluación y la quinta, plantea permitir la autoevaluación. En otra animación, se distingue la diferencia entre aprendizaje superficial y aprendizaje significativo, así como la importancia de la forma de evaluar para propiciar cada uno de ellos. Una de las lecciones del curso se refiere a la elaboración y comunicación del Reporte de Evaluación.

Desde una perspectiva académica, la iniciativa es loable porque busca apoyar a los docentes en la implementación del modelo educativo y confirma las siguientes situaciones: La difusión del modelo educativo ha sido inadecuada, se ha comunicado inapropiadamente porque los responsables de su ejecución en el aula, los maestros, aún muestran desconocimiento sobre aspectos centrales del mismo, de ahí la necesidad de ofrecerles esta alternativa de formación; el enfoque pedagógico del planteamiento curricular se ha difundido ineficientemente, de lo contrario la relevancia del curso estaría en duda por muy pertinente que éste fuera; se han modificado, un par de meses previos a la implementación de la primera etapa del modelo educativo, los periodos de evaluación, trimestral en lugar de bimestral, aunque los libros de texto de tercero a sexto de primaria y de segundo a tercero en secundaria, así como el resto de los materiales curriculares están organizados de otra forma.

Además, el diseño del curso tiene algunas desventajas: la modalidad abierta mediada por una plataforma tecnológica representa más trabajo y dificultades para los docentes, como la ausencia, en algunos casos, de cultura informática o la falta de acceso a internet. De igual manera, dejar la participación en el curso al libre albedrío del maestro no garantiza que todos los docentes se apropien de estos conocimientos. En mi parecer, debería ser obligatorio para todos los maestros frente a grupo dada su relevancia.

A diferencia de la obligatoriedad de tomar los cursos en línea sobre aprendizajes clave, esta propuesta tiene un carácter voluntario, lo cual es congruente con la idea sobre la formación continua anunciada por los actores políticos de la siguiente administración. Es decir, les están “guiñando el ojo”, es un coqueteo descarado.

Desde un punto de vista político, cabe destacar que el curso referido concluirá después del primero de diciembre. Con ello, el INEE podrá transitar de una administración que impulsó la reforma educativa a otra que pretende eliminarla.

Siendo así la situación, veo un riesgo. La tentación está ahí y es muy sugerente. Espero que ahora el INEE no busque valorar el quehacer docente a través de la evaluación de los aprendizajes y prescribir el trabajo en el aula, pues con ello limitaría la libertad de cátedra, atentaría contra la autonomía pedagógica y la toma de decisiones didácticas para mejorar el proceso de enseñanza y favorecer el aprendizaje de los alumnos.

Ojalá no sea también una sutil manera de continuar con la evaluación de los docentes desde otra perspectiva, un lobo disfrazado de oveja, un instituto de evaluación enmascarado como instituto para la formación. Espero que no estén diciendo císcale, císcale diablo panzón que se quede el INEE y se vaya la maldición. Císcale, císcale diablo panzón que se quede el INEE con la formación. Císcale císcale diablo panzón que el INEE continúe siendo el “Pepe Grillo” de la evaluación. Císcale, císcale diablo panzón, que el INEE se convierta en la “conciencia crítica” de la educación (o del Sistema Educativo Nacional). Císcale, císcale diablo panzón, que se quede el INEE en la siguiente administración.

Así como la creación del INEE respondió a una política pública específica, de igual manera, si la decisión de la próxima administración consiste en impulsar la formación continua de los profesores en servicio, debería diseñarse una institución que responda a ello. De lo contrario, el INEE “reloaded” sería un Frankenstein que podría atentar en cualquier momento contra la vida de su creador.

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