Un gobierno determinado puede alzar su legitimidad ante ciertos sectores al mismo tiempo que la pierde ante otros. La legitimidad no es un activo fijo, es un asunto de percepción y es tan voluble como cualquier opinión. Las piezas de oratoria alrededor de los festejos del Día del Maestro, sirven para ilustrar el punto.
Los actores más importantes en esos festejos fueron el presidente Peña Nieto y Juan Díaz de la Torre, presidente del SNTE. En tres días el presidente Peña Nieto tuvo dos reuniones con la dirigencia del sindicato, saludó de mano a líderes, se tomó fotografías con maestras y maestros galardonados —incluyendo algunos selfies— y aprovechó los foros para enviar mensajes sobre la Reforma Educativa.
El Presidente recibió con sonrisas el elogio a la Reforma Educativa que hizo el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz; y apuntaló a su aliado, Juan Díaz de la Torre. En él centró uno de los ejes de su mensaje. El Presidente le expresó: “Le quiero decir, nuevamente, gracias, porque se aprecia y se valora hoy en la dirigencia de este gran Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la plena disposición al diálogo, al entendimiento, al acuerdo civilizado, que permita trabajar por la educación del país”.
En el trayecto felicitó a los maestros galardonados con la presea y reconocimiento Ignacio Manuel Altamirano por 30 y 40 años de servicio; también elogia los docentes que cumplen con su trabajo y destacó su vocación de servicio. Insistió en que tanto su gobierno como el SNTE luchan por elevar la calidad de la educación. El símbolo, sin que hubiera necesidad de poner la noción en el centro: “Presidente Educador”.
Pienso que el Presidente buscaba dos efectos. Primero, legitimar el hacer de su gobierno en la Reforma Educativa. Señaló que las cosas marchan bien y qué mejor que ofrecer cifras que refuercen la credibilidad: “Más de medio millón de mexicanos han manifestado su confianza en las nuevas reglas de ingreso, al preregistrarse en las convocatorias de ingreso al Servicio Profesional Docente, como aspirantes a maestros de Educación Básica y Media Superior”. Si hay confianza, parece decir, hay credibilidad. Segundo, legitimar a Juan Díaz de a Torre ante los agremiados al SNTE. A juzgar por los incrementos de salario y demás mercedes que le concedió al gremio, el Presidente revalida su alianza con la dirigencia del sindicato.
Aunque en otras porciones de su pieza navegó en la retórica tradicional, Juan Díaz de la Torre no se anduvo por la ramas al sustentar el pacto con el Estado, no tanto con el Presidente en sí: “Nuestro respaldo a la Reforma Educativa también representa la mejor forma de refrendar la alianza entre el SNTE y el Estado mexicano; una alianza basada en la cooperación y la corresponsabilidad…”. Quien habló en el nombre de los maestros galardonados expresó elogios al por mayor, en especial a Juan Díaz de la Torre. “Su liderazgo y visión —dijo— le han permitido hacer que el SNTE transite hacia un nuevo sindicalismo…”. Las ceremonias del Día del maestro, no fueron tanto para conmemorar a los maestros de México, sino para ratificar alianzas, enviar mensajes políticos —aunque también de aliento a los docentes— y buscar mayor legitimidad. El dirigente sindical ante su gremio, el Presidente ante la sociedad. Si en práctica la educación no refrenda los símbolos del discurso, el Presidente sólo alcanzará pocos grados de legitimidad ante la sociedad y acaso por corto plazo. A Díaz de la Torre lo favorece el control que los dirigentes tienen sobre la masa de maestros; su credibilidad es secundaria.
RETAZOS
Hay símbolos de la política a la mexicana que no sé cómo interpretar. En la página web de la Presidencia se leen los discursos citados. No se dice que el secretario Emilio Chuayffet haya hecho uso de la palabra, aunque en la sección de fotografías del acto del día 15 se le ve al micrófono. Sonia del Valle, en Reforma (16 de mayo) afirma que él fue el orador único. En la página de la SEP se anuncia su discurso, pero es imposible abrir la liga.