Educación y pandemia: ¿Como anillo al dedo?

JUAN ALFONSO MEJÍA

La pandemia no cambiará la historia, sólo la acelerará. Así comienza Fareed Zakaria su libro Ten Lessons for a Post-Pandemic World (Diez Lecciones para un Mundo post-pandémico). Entender el Coronavirus hoy no significa volverse un experto en estos temas, aunque sí la nueva realidad instalada posterior a este fenómeno. Como lo fue en su momento la caída del muro de Berlín, el ataque a las torres gemelas de Nueva York o la crisis financiera del 2008, sobreponerse al mundo post-pandemia exige comprender el impacto en el contexto como las decisiones tomadas en ese momento, responsables en parte de modelar ese nuevo horizonte.

En materia educativa, tres dimensiones del problema merecen ser abordadas como punto de partida con miras a (re)imaginar las escuelas como un instrumento capaz de garantizar el aprendizaje como un derecho de las y los niños: la naturaleza del fenómeno, el impacto en la educación y las oportunidades y/o amenazas creadas.

Por principio de cuentas, nadie estuvo (imos) preparado para experimentar lo vivido hasta el día de hoy en las escuelas. La sola imposibilidad de “estar” puso en “jaque” el modelo presencial ejercido en las escuelas durante los últimos 200 años. De un día para otro, los estudiantes dejaron de ver a sus amigos, se fueron a sus casas, el salón de clases tomó forma de pantalla, las mamás se volvieron asistente técnica pedagógica, los maestros incursionaron como Youtuber’s y luego como psicólogos, las casas de todos quedaron expuestas como parte de “la nueva escuela”, mientras el tiempo transcurría, gota a gota formando un océano interminable.

No obstante, hace tiempo pasamos de una urgencia a una crisis prolongada en materia educativa. Contar o no con una planeación adecuada a partir de problemáticas instaladas y profundizadas, depende en buena medida de los aciertos o desaciertos en las decisiones desde un inicio.

Sí, vivir la pandemia las primeras dos semanas fue diferente a los dos meses, a los seis o incluso, a los dos años. Para la comunidad educativa en su conjunto, cerrar el ciclo escolar en 2019 poco tuvo que ver con abrirlo meses después; mientras en el primer caso se tenía cursado 76 por ciento del ciclo escolar, en el segundo, los docentes y los alumnos se desconocía entre ellos, lo que dificultaba una red de apoyo. Llevar a buen término “los aprendizajes” para finales o inicio del ciclo escolar en 2020, exigió tomar en cuenta la condición emocional de los niños, sin dejar de ocuparse de quienes “decían estar”, pero lo hacían con muchas dificultades o de plano quienes se fueron quedando en el camino porque el sistema “los dejó de ver”. La mamá que en un inicio pudo acompañar a su hija durante varios meses, tuvo que regresar a trabajar; o bien, la casa que resguardó a la familia al comienzo, no era igual un año después de estar “todos” en un espacio reducido y el papá sin trabajo. De pronto, “la escuela” dejó de tener sentido o, en todo caso, una noción muy distinta y en ocasiones contrastante a lo experimentado hasta este momento.

Las autoridades educativas en el mundo reaccionaron de manera diversa, sin experiencia previa ni conocimiento sobre lo que podría funcionar para las escuelas, los niños o para quienes en el seno de la comunidad educativa. Algunos gobiernos optaron por cerrar las escuelas primero y abrirlas al final, mientras otros decidieron justo lo opuesto. Hubo maestros que se resguardaron hasta no contar con una vacuna, mientras otros se “detuvieron” apenas unas semanas. Sistemas enteros centralizaron todas las decisiones escolares a nivel central, mientras otros dictaron criterios y dieron libertad a los directores para decidir desde la parte territorial. Plataformas como Google Educación o Zoom salvaron el ciclo en ocasiones, pero en otras los alumnos se abrazaron del Smartphone y su WhatsApp. Las medidas nunca fueron uniformes, permanecieron acotadas a la circunstancia de los agentes educativos en turno.

Nuestras escuelas ya reproducían desigualdades, pero la pandemia las aceleró. En el modelo presencial, de 100 niños en edad de cursar primaria, sólo cinco llegan a bachillerato y dos concluyen la Universidad. Con la pandemia, esa disparidad de inicio se multiplica. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 72 por ciento de la población mexicana cuenta con conectividad a Internet; no obstante, sólo 50.4 por ciento cuenta con ella en zonas rurales, 22 por ciento menos que a nivel nacional. Por si fuera poco, el proceso por sí solo dificultó las condiciones de unos sobre otros. 5.7 por ciento de estudiantes, algo así como un millón 886 mil 269 niñas, niños y jóvenes de educación básica, no tuvieron acceso a la educación a distancia durante el 2020.

Quienes sí pudieron continuar con las clases a distancia optaron en un 65.7 por ciento por el teléfono celular, no por la computadora (18.2 por ciento) ni la televisión, (5.3 por ciento). Este último dato contrasta con la información reportada por la Secretaría de Educación Pública (SEP) quien en septiembre 2021 dijo contar con un rating semanal 8.5 millones de televidentes, algo así como 28.7 por ciento de cobertura estudiantil; para enero de 2022, la cifra se elevó a 30.8 millones por semana, lo que significa una cobertura de 100 por ciento.

Ahora bien, ¿la educación a distancia funciona para las niñas y los niños? Si no es el caso, ¿para quién sí funciona y qué tanto? De acuerdo con el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, los efectos del Covid-19 impactarán por lo menos un tercio de los aprendizajes. Aquel país, estado, ciudad, escuela, salón de clases, maestro o alumno que haya logrado sortear de la mejor manera los últimos 20 meses, tendrá por lo menos un retraso en un tercio en sus aprendizajes. Sin dejar de mencionar la “carencia acumulativa” en el proceso; es decir, no sólo se perderá un tercio de los aprendizajes hoy, sino que se corre el riesgo de acumular progresivamente el retraso y, mientras más se avanza en los grados, mayor puede ser el impacto.

Por su parte, Mexicanos Primero considera obsoleta la educación a distancia para alumnos de educación básica, no sólo no les gusta ni cuentan con dispositivos eficaces. En su más reciente estudio, llaman a recuperar las aulas lo antes posible. “Asistir a la escuela, inclusive un solo día a la semana, hace la diferencia: en abril, 53.7 por ciento del grupo de quienes asisten un día a la semana pudo comprender el texto; y en diciembre ya fue 72.2 por ciento. En matemáticas, quienes asistieron a la escuela de manera sistemática, mejoraron en 10.7 por ciento al resolver una división. En abril lo logró 16.7 por ciento y en diciembre 27.4 por ciento”.

Antes de la pandemia, el Banco Mundial ya había calificado el aprendizaje en las escuelas como “una crisis de aprendizaje global derivado de los resultados, principalmente, de los niños desfavorecidos, con escuelas de baja calidad y aprendizajes limitados. Sin embargo, la pandemia aceleró de tal forma el proceso que sería insensato dejar de preguntarse si no estamos ante una de esas oportunidades que se presentan cada 150 años. Después de todo, el mayor peligro radicaría en no reconocer el poder de las escuelas para reconstruir sociedades más incluyentes, resilientes e innovadoras. Entonces, ¿la pandemia nos cayó “como anillo al dedo”?

En las próximas entregas hablaremos sobre los retos y desafíos presentados a partir de esta (nueva) realidad en nuestro país.

Que así sea.

1 ZAKARIA, Fareed, Ten Lessons for a Post-Pandemic World, New York, 2020.

2 Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares, 2020 (ENDUTIH), México, INEGI,

3 SEP (2021), Estrategia Aprende en Casa Informe de Resultados 2020-2021, pág. 2, en: https://www.ine.mx/wp-content/uploads/2021/09/crt-9so-2021-09-29-p2-a3.pdf

4 MONROY, Luis, VÉLEZ, Roberto y LÓPEZ CALVA, Luis, “The potencial effects of the Covid-19 pandemica on learning”, Centro de Estudios Espinosa Yglesias, Documento de trabajo 08/100, Fundación ESRU, Septiembre 2021, pp. 1-42.

5 Mexicanos Primero, “Regresemos para Aprender”, Conferencia de prensa, 26 de enero 2022.

6 Banque Mondiale, Apprendre pour réaliser la promesse de l’èducation 2018, Washington, Groupe de la Banque Mondiale, 2018.

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