Parece que pronto terminará la larga transición entre Esteban Moctezuma Barragán y Delfina Gómez Álvarez en el mando de la Secretaría de Educación Pública. Todo está listo para que el Senado apruebe el nombramiento de Moctezuma como embajador en Washington. Vendrá luego la asunción de la maestra Delfina a la silla de Vasconcelos.
No comparto el escepticismo de algunos colegas que juzgan que la maestra Delfina jugará un papel mediocre por su falta de experiencia. Ningún secretario —con excepción de José Ángel Pescador en 1994, quien recorrió los peldaños de la estructura burocrática, y el mismo Esteban Moctezuma, quien fue subsecretario de Planeación en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari— llegó con una práctica rica en el sector educativo.
Tampoco comparto el optimismo de otros colegas, en especial de columnistas en Educación Futura y Voces Normalistas, de que la docencia de la maestra Delfina frente a grupo y dirección de escuelas en 17 años, la equipe de manera especial. Los políticos se prueban en el ejercicio del poder y el hacer burocrático.
La maestra Delfina llega a la SEP en las peores condiciones. La pandemia trastocó las relaciones que se tejían en la escuela presencial. Además, con un Presidente al que no le interesa la educación, le recorta fondos a la SEP y suprime programas que, como el de Escuelas de Tiempo Completo, cazarían con su retórica de “primero los pobres”. Pero, en cierta forma, el covid-19 aflojó los nudos que amarraban la SEP a las facciones sindicales y la acercó —no mucho— a los gobernadores y autoridades de educación locales.
Pienso que la estatura de la maestra Delfina como secretaria podrá medirse conforme se desempeñe en tres ámbitos políticos principales, no tanto en las cuestiones pedagógicas, allí la persistencia cultural es corpulenta.
El primero será en relación con su jefe, el presidente López Obrador. Como es sabido, en su gabinete es pecado sobresalir, brillar por sí mismo. Los secretarios de Estado sólo hablan cuando el Presidente lo ordena y no saltan a la plaza pública con pensamiento propio. Sí, el secretario de Relaciones Exteriores gana reflectores, pero es para asegurar que cumple encomiendas del jefe. La secretaria de Gobernación apareció en 10 mañaneras, pero no fue taxativa. La única vez que se notó como es ella fue para defenderse y exponer que, aunque Lydia Cacho diga lo contrario, ella, Olga Sánchez Cordero, está con la causa de las mujeres.
Con la discreción del caso y siempre con muestras de respeto y acato a la línea presidencial, Esteban Moctezuma trató de poner en la agenda pública su noción de la Nueva Escuela Mexicana, un artificio narrativo débil que ligó a su persona. Pienso que, con la misma discreción, la maestra Delfina sepultará la retórica de esa nueva escuela. Veremos si construye un andamiaje fresco o si, como el resto del gabinete, permanece en silencio. El jefe quiere lealtad ciega.
El segundo contorno es con las facciones del SNTE, en especial con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. No es cierto, como apuntó alguien, que la maestra Delfina le deba su escasa carrera sindical a Elba Esther Gordillo; la nueva secretaria del SEP nunca fue cuadro del SNTE. Si bien sostiene cierta cercanía ideológica con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la relación contractual es la facción que comanda Alfonso Cepeda Salas. Ambas facciones tratarán de guardarla en sus redes y avanzar en la recolonización del mando en el sector educativo.
El tercer espacio de relaciones políticas será con los gobiernos estatales. No vislumbro engarces conflictivos, pero tampoco le será fácil, en especial por la falta de recursos.
Allí está el desafío principal: la austeridad republicana. En tiempos recios, sólo políticos con talento y pasión sobresalen. Las primeras semanas de la maestra Delfina al frente de la SEP serán cruciales para conocer sus dotes y saber si le cuadrará la silla de Vasconcelos. ¡Espero que sí!