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El poder de la protesta

 La naturaleza de la protesta está siempre ligada a reivindicaciones políticas sobre lo que es “correcto” y “justo”.
Susan Robertson

Susan Robertson es profesora de la Universidad de Cambridge, muy conocida por sus posiciones críticas respecto a la mala conducta de los gobiernos en la regencia de la educación pública, tanto en su país como en el mundo. También censura el ascenso de la influencia de los organismos intergubernamentales, en especial de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la promoción de PISA, como uno de los instrumentos para gobernar la educación por medio de los números.

Susan es la nueva presidenta de la Comparative and International Education Society y organizó la conferencia anual de la sociedad; fue la semana pasada en Miami. El tema paraguas, que escogió como vicepresidenta, da título a este artículo, “el poder de la protesta”. Fue simbólico que el congreso fuera en Miami y que comenzara junto con una marcha de reprobación de la política del gobernador y del Partido Republicano.

Por supuesto que no había obligación de ajustarse al tema, la CIES es una asociación plural, tanto en el conjunto de profesionales que participamos (más de 2 mil 700, de cerca de 140 países), como de disciplinas que cultivamos: sociología, economía, historia, antropología, filosofía y otras. Lo que nos unifica es el enfoque comparativo.

La cuestión central de mi ponencia fue al corazón del tema que propuso Susan: el poder de la protesta, pero también su opuesto, el poder del acatamiento. Construí un aparato conceptual con base en trabajos de Maquiavelo, Rousseau y Weber sobre el poder y la legitimidad. Presenté las aristas principales de las reformas educativas de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador y comparé la conducta de las camarillas dominantes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, en cada una. En mi análisis separo a líderes de docentes de base.

En resumen, el reclamo de los maestros (incluso el de la mayoría silenciosa) mostró músculo y al final de cuentas derrotó a la reforma de EPN. Puse en duda que la protesta de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación fuera correcta y justa. Introduje la tipología de la dominación legítima de Max Weber, tradicional, carismática y burocrática, para definir el concepto de poder político: “es la capacidad de algunas personas para influir en la vida y las acciones de otras. Implica grados de dominación y, en consecuencia, la lucha contra dicha dominación o su aceptación”. En otras palabras, el poder —o la dominación, en términos de Weber— también genera consenso. En las sociedades hay grados de conformidad con la vida pública y los grupos gobernantes; de otra manera no se explica por qué muchas veces la protesta no consigue sus fines.

La parte polémica de mi presentación estuvo en el argumento de que AMLO logró el consenso de la facción mayoritaria del SNTE, la que comanda Alfonso Cepeda Salas, en parte gracias a la basificación de casi un millón de trabajadores interinos, pero también a una política deliberada (de zorro) de acatamiento de la cúpula sindical a las líneas de la 4T y la Nueva Escuela Mexicana. En cambio, la CNTE continúa con su estrategia de lucha, pero no ha obtenido grandes logros en el gobierno de AMLO, como si los obtuvo en el de EPN. El Presidente no les cumplió lo que les prometió en mayo de 2018 de abrogar las leyes del Servicio Profesional Docente y del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, las recicló e instituyó otras que las sustituyeron.

La CNTE persiste con su lucha callejera, la otra facción quiere colonizar a la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y (los) Maestros; para alcanzarlo, sus dirigentes bajan la cabeza y son aliados de Morena en las elecciones de este año. Dudo que las reivindicaciones que persiguen las camarillas dirigentes sean justas o correctas. Amparan sus privilegios, no los derechos de los maestros.

RETAZOS

El nuevo Excélsior cumplió 18 años. Más de 900 miércoles que entrego una reflexión sobre la política educativa. Gracias a mis lectores y a los directivos del periódico por su paciencia.

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