Eduardo Gurría B.
Los resultados de la enseñanza en línea a partir de la pandemia ocasionada por el COVID se presentan ahora, a más de un año de la implementación de esta modalidad, y puestos en la balanza, como predominantemente negativos debido a las diversas circunstancias que se fueron presentando a lo largo del ciclo escolar, sobre todo el que corresponde al del año 2020-2021.
Durante la primera etapa, esto es, a partir del mes de marzo de 2020, hasta el final de curso 2019-2020, hubo que llevar a cabo adaptaciones de emergencia y al vapor para sacar adelante el año escolar, con los recursos y conocimientos hasta entonces disponibles y, en forma general, con la poca o nula experiencia en el manejo de las plataformas y la impartición de clases en la modalidad en línea en las que el papel protagónico correspondió a los maestros, ya que ellos fueron los responsables, con o sin las herramientas proporcionadas por las instituciones, incluyendo el gobierno, de todo el proceso.
Sin embargo, desde el inicio de siguiente ciclo escolar (2020-2021), las cosas cambiaron en forma radical: se implementaron gran cantidad de plataformas, programas y métodos, sobre todo con la finalidad de evitar la deserción escolar y la disminución de la matrícula, en el caso de las escuelas particulares, y “cubrir” de alguna manera la demanda y la exigencia, en el caso de la educación pública, y con miras a que el regreso a clases ya se veía como una quimera.
Ante esta situación por demás surrealista, fueron los maestros los que tuvieron que bailar con la más fea; a ellos correspondió cargar con el peso de la educación so pena de perder sus trabajos, en cuanto a recursos, tecnología, capacitación, tiempo invertido, generación de situaciones de estrés, gastos y hasta la decoración de aulas improvisadas, además de la creación de ambientes propicios para la enseñanza en línea, como evitar el ruido, las interrupciones e interminables juntas fuera de horarios y las ocurrencias diarias de directivos y coordinadores, con la finalidad de quedar bien y, en el caso de las escuelas privadas, aparentar ser indispensables para los propietarios.
Otro aspecto que cobra cada vez más relevancia y que, al parecer, seguirá como una tónica predominante para el siguiente curso es el de la intervención de los padres de familia hacia dentro del aula y, en específico, durante las sesiones de clase, como partícipes, inspectores y críticos implacables del trabajo docente, con exigencias que, en la mayoría de los casos resultan absurdas, sin fundamento, pero que son consideradas como las pautas que debe seguir la institución que, a su vez, obligó a los maestros a cumplir con los caprichos del padre o madre de familia quienes convirtieron a sus hijos en víctimas del docente y al docente en un insensible inepto y flojo.
Y…, ¿qué hizo la SEP?, nada o, más bien, nada positivo. Por un lado, no se crearon las estrategias pertinentes ni se destinaron los recursos necesarios para proporcionar una educación acorde a las circunstancias y para todos, por otro lado, le echó más leña al fuego llamando resentidos a los maestros e incrementando los días del calendario escolar para el siguiente ciclo, además de acusarlos poco menos que de parásitos al querer hacer creer que sus salarios, más bien, son una dádiva producto de la generosidad del presidente y no el producto de su trabajo, es decir que para el gobierno los maestros alcanzaron la categoría de “ninis” y que, como tales, no hacen nada.
Las políticas y disposiciones por parte de la SEP y, específicamente, de la secretaria Delfina Gómez -¡una maestra!-, y sus declaraciones reflejan un total desconocimiento de la realidad y un apego total a la demagogia presidencial, que trata de mostrar a los maestros el gran privilegio de trabajar en la docencia y sus beneficios, como un salario muy bueno, sólo doscientos días de clase, vacaciones de 165 días…. ¿?. Los maestros trabajaron y trabajan más mucho más que doscientos días, perciben menos, mucho menos que diez mil pesos al mes (si tomamos en cuenta los gastos que implican sus actividades, como transporte, equipos y dispositivos, cursos, evaluaciones, juntas, revisiones, materiales, planeaciones, etc.). Así, ¿para qué se requiere de una persona al frente de la Secretaría?; bastaba con poner ante el micrófono mañanero a un vocero y ya.
El resultado de esto nos lleva a valorar la frágil situación en la que ha quedado la educación en México, ya de por sí bastante vulnerada y vulnerable: por un lado, las escuelas particulares quedan en la cuerda floja ante el peligro del cierre, por otro, las escuelas públicas quedan a la deriva y con expectativas muy pobres en cuanto a su operatividad, eficiencia y resultados, ambas con la incertidumbre sobre cómo se va desarrollar el siguiente ciclo escolar: ¿será en línea, será presencial, será híbrida?, ¿qué habrá que hacer?
Los libros de texto gratuitos, antes tan valorados, ahora son, por decir lo menos, altamente cuestionados en cuanto a sus contenidos ideológicos, políticos y religiosos, ya que presentan sospechosos adoctrinamientos dirigidos a la población más susceptible: los niños; están incompletos, falsean la historia (incluso sujetos a una petición de suspensión interpuesta por la asociación civil “Suma por la Educación”, y que fue negada por la juez Novena del Distrito en Materia Administrativa de la CDMX, y la solicitud de amparo, promovida por la misma asociación en contra de AMLO por las mismas razones, es decir, la inclusión de contenidos políticos, ideológicos y religiosos), y están escritos por agentes anónimos o enmascarados y, supuestamente, sin paga. En otras palabras, con los libros de texto se pretende, desde la presidencia, hacer propaganda política en una sola dirección y en la que la opinión de los verdaderos educadores, simplemente, no cuenta.
El desgaste en todos sentidos de los docentes es enorme, la educación está por los suelos, la ignorancia permea hacia todos los niveles de la educación, los números hablan, sí, pero con mentiras, la expectativa de una educación de calidad y acorde con las demandas de la actualidad es muy pesimista y el atraso es evidente, ya que la Nueva Escuela Mexicana, sí, es nueva (lo que no la hace mejor o, al menos, regular), es mexicana, claro, sin embargo, de escuela no tiene nada.