Sonia del Valle
Durante las campañas electorales del año pasado, 7 de cada 10 referencias en los medios de comunicación convencionales hacia las personas jóvenes por parte de las y los candidatos fueron genéricas. En los medios de comunicación convencionales se reproducen frases tales como: “Históricamente los jóvenes han sido relegados”; “los jóvenes merecen vivir en mejores condiciones”; “trabar por la juventud”; “los programas sociales son para alejar a los jóvenes del crimen”.
En un porcentaje similar, las personas candidatas hacen referencias discursivas sobre la población joven con frases como: “seré aliado de los jóvenes”; “apoyaré a los jóvenes”; “buscaré más apoyos y oportunidades para los jóvenes”. Los mensajes de las personas candidatas no sólo son genéricos sino vagos en cuanto a su contenido. Son escasas las propuestas y, cuando existen, son las mismas para el conjunto de personas jóvenes de la entidad, municipio o distrito electoral, sin reconocer diferencias o necesidades de un amplio grupo de edad: de 15 a 29 años.
La oferta electoral dirigida a las personas jóvenes es bastante reducida, pero muestra las percepciones que tienen las y los candidatos sobre este amplio grupo de la población:
1) Todas las personas jóvenes requieren becas para seguir estudiando;
2) Todas las personas jóvenes requieren hacer deporte para no caer en las adicciones, el crimen organizado y la delincuencia; y,
3) Todas las personas jóvenes requieren un empleo o emprender un negocio.
¿Los jóvenes, son todas las personas jóvenes? ¿De cuántos jóvenes hablamos, cuando hablamos de los jóvenes?
El 12 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Juventud. Naciones Unidas ha lanzado un llamado a la “Solidaridad intergeneracional: Creando un mundo para todas las edades”. Con ello, busca concientizar sobre un tema que me parece relevante, el de la discriminación por edad.
A George Steiner, profesor, crítico, teórico de la literatura y escritor, se le atribuye la frase “lo que no se nombra no existe” que ha impulsado no solo investigaciones en torno a lo que los medios de comunicación convencionales difunden y lo que omiten, sino propuestas para ampliar las referencias sociales que se expresan a través de ellos. Por su parte, la investigadora Juana Gallego Ayala de la Universidad de Barcelona señala que:
“los medios son sancionadores sociales de las cosas permitidas y de las prohibidas. Premian lo que consideran positivo y castigan las trasgresiones a la norma. Enaltecen algunas actuaciones y denigran otras; presentan a algunos individuos como modelo a seguir o como ejemplo a evitar (…) Los medios pueden visibilizar o invisibilizar los diferentes escenarios sociales, con todo lo que conlleva poner a discusión pública algunas cuestiones o eludir otras, iluminar unos ámbitos o ensombrecer otros”.
Desde mediados de los años 90, un grupo de periodistas latinoamericanas comenzó a reflexionar sobre la representación de las mujeres en los medios de comunicación. En el texto “El ABC del periodismo no sexista”, abordaron el tema de la importancia de su representación.
“La representación es la manera de hacer visibles, con imágenes o con palabras, los fenómenos de una sociedad o de una cultura, de modo que es el término más adecuado para referirnos a todo ese sistema de signos y de convenciones que organizan nuestra percepción, nuestra noción misma de la realidad. Es sabido que lo que conocemos por ‘realidad’ no es un simple dato natural, sino un artificio, una construcción. Existe por medio del lenguaje, que la recorta de tal o cual manera, y que la interpretan de este modo y no de otro. Lo que llamamos ‘realidad’ no es otra cosa, entonces, que una serie de categorías con que se la nombra”.
Esta definición resulta pertinente por su paralelismo con lo que sucede en la actualidad a las personas jóvenes en los medios de comunicación convencionales. En los últimos dos años, he realizado diversos estudios relacionados con las narrativas en los medios de comunicación sobre todo para analizar la participación política de las mujeres y la violencia política contra las mujeres en razón de género. Y comenzó a llamar mi atención, la forma cómo se nombra a las personas jóvenes por parte de las fuentes informativas y los propios medios de comunicación; así como las referencias que se hacen en torno a las juventudes por parte de quienes buscan un cargo de elección popular.
Es cierto que, como lo señala la Organización de Naciones Unidas:
“…no existe una definición internacional universalmente aceptada del grupo de edad que comprende el concepto de juventud. Sin embargo, con fines estadísticos, las Naciones Unidas, sin perjuicio de cualquier otra definición hecha por los Estados miembros, definen a los jóvenes como aquellas personas de entre 15 y 24 años. Esta definición, que surgió en el contexto de los preparativos para el Año Internacional de la Juventud (1985), fue aprobada por la Asamblea General en su resolución 36/28 de 1981”.
En tanto, para el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) una persona joven es aquella en edades comprendidas entre los 15 y los 29 años. Y este grupo de edad representa el 25 por ciento de la población en México.
Tomando como referencia todo lo anterior comenzamos la fase piloto de un estudio exploratorio sobre las narrativas mediáticas en torno a las juventudes. Los datos al inicio de este texto forman parte del estudio. Me parece pertinente reflexionar sobre la forma cómo miramos, nombramos y nos referimos a las personas jóvenes.
Nombrar a “los jóvenes” de forma genérica, sin reconocer que se trata de un amplísimo grupo con necesidades y realidades tan heterogéneas, es una forma de no-nombrar a las personas jóvenes. Es una forma de no reconocerles sus múltiples diversidades, no solo de género, sino por sus actividades, preferencias sexuales, grado de vulnerabilidad, grupo etario o necesidades específicas, entre otros. Al mismo tiempo, esta forma de no-nombrar a las personas jóvenes impide a éstas identificarse como sujetas de derecho o sentirse aludidas con la narrativa que sobre ellas se reproduce en la conversación pública.
No extraña por tanto que, en la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ECUCI) 2020 del Instituto Nacional Electoral (INE) y del INEGI, se reporte que menos del 10 por ciento de las y los jóvenes de 15 a 19 años considera que ser ciudadano significa ejercer su derecho a votar.
¿Qué hacemos con las personas jóvenes? Comencemos por nombrarlas, reconociendo que hay jóvenes migrantes, afromexicanos, líderes, feministas, lesbianas, indígenas, gays, transexuales, estudiantes, líderes comunitarios, jóvenes campesinos, jóvenes madres, jóvenes padres, jóvenes profesionistas, jóvenes empresarias, jóvenes empresarios, jóvenes deportistas, jóvenes artistas, jóvenes maestras, jóvenes maestros, jóvenes cantantes, jóvenes sin oportunidades, jóvenes privados de su libertad, jóvenes desaparecidos, jóvenes asesinados.
En suma, el diálogo intergeneracional que propone Naciones Unidas me parece que puede servir para comenzar a hablar de las personas jóvenes con adjetivo y verbo de acción.
https://www.muxed.mx/blog/personas-jovenes
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Sonia del Valle. Integrante de MUxED. Maestra en periodismo político. Periodista y comunicadora educativa. Ha sido periodista en diversos medios de comunicación impresos, entre ellos el periódico Reforma, donde fue titular en la sección nacional y coordinadora del Consejo Editorial de Educación por 10 años. Investigó y documentó durante 15 años consecutivos la política educativa en México. Ha impulsado diversas campañas de comunicación educativa. Redes sociales:
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