Por qué perdieron prestigio las normales
- Abelardo Carro Nava
- 29 abril, 2016
- Opinión
- Abelardo Carro, prestigio normales México
Años han pasado desde que las escuelas normales dejaron de figurar en el escenario político y educativo nacional como ahora lo están haciendo. Razones para ello fueron muchas y muy variadas y, por el momento, me limitaré a abordar las que desde mi perspectiva, han influido para que éstas hayan “perdido” el prestigio del que gozaron hace tiempo.
De considerar a la profesión docente como un apostolado y un derroche de virtudes, llegamos al momento de considerarla como la culpable del fracaso educativo pero… ¿esto es cierto?, ¿qué pasó con ese normalismo que tuvo un auge impresionante después del movimiento revolucionario?, en suma, ¿qué pasó con las normales en todo este tiempo?
Como es de suponerse, el espacio no me alcanzaría para abordar a profundidad la historia de las instituciones formadoras de maestros después de 1921, sobre todo, de las normales rurales, cuya misión, fue la de preparar a maestros para que educaran a los sectores más desfavorecidos; aún con esta limitante, considerar su trascendencia en la formación de millones y millones de mexicanos es básica y fundamental si es que realmente pensamos al normalismo como el generador de conocimientos en buena parte de esos mexicanos que fuimos formados por un maestro normalista.
Como decía al inicio de estas ideas, el tema de las escuelas normales no fue noticia en México hasta que surgió el de la evaluación educativa; el asunto de las corrientes pedagógicas, la forma en que éstas se desarrollarían a la par de las competencias pero, sobre todo, la manera en que se evaluarían, hizo que muchos investigadores y especialistas en la materia voltearan su mirada hacia estas escuelas. ¿Qué es lo que hacen?, ¿a qué se dedican?, ¿cuáles son planes de estudio?, ¿cómo se están formando los alumnos futuros maestros?; en fin, fueron interrogantes que una y otra vez surgieron y que dieron pauta a cuestionar la formación docente en nuestro país.
Sin duda, organizaciones como Mexicanos Primero ha jugado su parte en ese desprestigio que comento, pero también, ciertos medios de comunicación quienes, para acabar pronto, han propiciado una desconfianza importante entre las familias mexicanas; esto, por sus constantes y reiterados ataques al magisterio. Si no me cree, prenda usted su televisor y escuche las noticias que aparecen acompañadas del hashtag #primerotuescuela; raramente observará, notas favorables sobre los maestros.
No obstante esta serie de cuestiones, comparto la idea que en días pasados Carlos Ornelas expresó en este mismo espacio, en cuanto a que la responsabilidad de los magros resultados educativos no es exclusiva de las normales.
Si revisamos un poco la historia de estas instituciones, nos daremos cuenta que éstas han estado sometidas a los designios de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y de cuanto funcionario ha ocupado la oficina principal ubicada en la calle de República de Argentina. Insuficiencia presupuestal; ineficiente infraestructura y equipamiento; planes de estudios rezagados –que no van a la par de los que se manejan en educación básica–; inadecuada actualización, capacitación y profesionalización docente; intervención de líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) –y su disidencia (CNTE)–; injerencia de grupos políticos diversos; obsoletos mecanismos de organización en su estructura básica; han sido algunos de los factores que han influido en la vida escolar que priva en cada una de estas escuelas, donde si bien es cierto que la tradición impera, también es cierto que sigue prevaleciendo la idea de formar maestros que respondan –insisto– a las demandas actuales.
Por qué perdieron prestigio las normales, es un cuestionamiento que va de la mano a otro que, indiscutiblemente, ha estado latente en los últimos años: por qué la profesión docente dejó de ser atractiva para cientos de jóvenes cuyas expectativas profesionales se han fincado en carreras que, por obvias razones, ofrecen mejores condiciones de vida que las que un maestro pueda tener o gozar en estos momentos.
Hasta hace unos años era impensable que las normales tuvieran que salir a la calle a ofrecer sus servicios. El ingreso a estas escuelas estaba prácticamente asegurado por la demanda de maestros que se requerían para que atendieran los diferentes niveles educativos. En nuestros días, tal parece que esta idea quedó en el pasado y, al igual que las universidades, la oferta educativa se ha vuelto un imperativo básico si es que de subsistencia estamos hablando.
Ahora bien, me consta que muchas de estas escuelas están realizando su trabajo, aún y a pesar de las adversidades; otras, por el contrario, aun no les ha “caído el veinte” de los tiempos y circunstancias que estamos viviendo. En cualesquiera de los casos, mejorar la formación de maestros, sin tintes partidistas o ideológicos, nos tiene que llevar urgentemente a repensar el destino de estas instituciones formadoras de docentes.
Algo tengo claro, su fin no ha llegado, a menos de que por arte de magia se tomé una decisión arbitraria como las que en los últimos meses se han tomado por parte de quienes dirigen la educación desde Los Pinos.
Recuperar su prestigio es una tarea de todos. Absurdo es pensar que estas mismas escuelas y quienes laboran en ellas, por iniciativa propia, hayan decidido echarse la soga al cuello. Reconozco que parte de su tradición ha impedido su avance pero también, el que no ha habido una política educativa que las lleve a su fortalecimiento.
Si recientemente se nombró al Dr. José Narro Robles como Secretario de Salud, ¿por qué no pensar en un Secretario de Educación cuya formación profesional sea la de maestro? Y, para este caso, si se nombró recientemente al Dr. Salvador Jara Subsecretario de Educación Superior y al Dr. Mario Chávez como responsable de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), ¿por qué no se nombra, en el segundo caso, a alguien que conozca el medio normalista? Las universidades, que se entiendan bien, tienen formas distintas de organización y desarrollo académico que las normales. ¿De plano no se ha entendido este sencillo planteamiento?
Es pregunta, nada más.
Docente en Escuelas Normales en Tlaxcala
Twitter: @Lalocoche