Eduardo Gurría B.
Durante el regreso a clases surgió la polémica esperada: si este regreso será presencial, virtual o mixto; se trata de posturas muy delicadas, debido a que la pandemia del COVID no solo no ha remitido, sino que sigue presente y, al parecer, no tiene para cuándo terminar, además de que se han desarrollado nuevas cepas ante las cuales, aún no se sabe cómo el mundo las va a enfrentar.
En el ámbito de la educación esto adquiere especial relevancia, ya que se trata del principal patrimonio de un país: la niñez y la juventud, y el riesgo para esta población ahora es mayor, generándose dudas acerca de cómo el Estado y los particulares tomarán las pertinentes medidas para la salvaguarda de los estudiantes.
Sin embargo, el gobierno, a través de la SEP, ha determinado, sin espacio para debatir, que “pase lo que pase” se volverá a las clases presenciales, como una determinación unilateral del presidente AMLO a quien, en realidad le falta información o, simplemente, no le importa, tal como lo ha venido demostrando a lo largo de la contingencia, con lo que se ha generado, además de información, incertidumbre.
Pero, la decisión final sobre si los estudiantes habrán de regresar a clases presenciales queda en manos de los padres de familia, quienes tendrán que firmar una carta responsiva referente a los riesgos a los que van a someter o no a sus hijos en el caso de decidir enviarlos a la escuela, es decir, el gobierno se sacude la responsabilidad en el caso de los contagios en los niños, en los estudiantes, pero impone la apertura de las escuelas, cayendo en otra más de sus incongruencias: obliga, pero no asume riesgos (¿?).
Sin embargo, el problema recae, al final de cuentas y como siempre, en los maestros, ya que estos, quieran o no, tendrán de regresar a sus centros escolares. Ellos, no deciden, solo acatan y serán obligados a correr el riesgo de contagiarse y no importa si esto les provoca “resentimientos”, al fin y al cabo, solo van a trabajar doscientos días, así que no se quejen que para eso les pagan gracias a la benevolente generosidad del presidente.
Por si fuera poco, ahora el maestro tendrá que duplicarse; se convertirá en dos docentes: uno el que enseña de manera virtual y otro, el que enseña de manera presencial al tener que controlar dos grupos: el de la pantalla y el del aula y ejercer el control de los grupos al mismo tiempo, ya que la tendencia predominante será, por lo anteriormente mencionado, que las clases se impartirán de manera mixta.
Surge la pregunta: ¿el gobierno está preparado para esto con los equipos y la tecnología que se requieren o todo lo dejará a la buena de Dios, tal como ocurre con las UBBJ, y que las escuelas le hagan como puedan?
Por otro lado, ¿qué pasa con los libros de texto?, las modificaciones a que fueron sometidos y a las que se someterán en el futuro, tienen una clara y única tendencia ideológica socialista, la de MORENA, anulando el porfirismo, el neoliberalismo, el aspiracionismo y el individualismo, y fomentando el humanismo y los valores, ¿el presidente es también, filósofo o solo persigue continuar con su eterna campaña política, ahora con los niños, cuyo pensamiento está en plena formación?
Con respecto al humanismo y los valores, los libros de texto siempre han buscado fomentarlos y practicarlos; en los libros de texto, nunca se han promocionado la corrupción y la maldad.
En cuanto al liberalismo o el neoliberalismo, vivimos en un mundo inmerso en la economía del mercado y México no puede mantenerse al margen del progreso a riesgo de caer en una pobreza aún mayor e irreversible.
Con respecto al individualismo, es sencillo, señor presidente: la sociedad está formada por individuos, no borregos (y aún estos son individuos).
Sin embargo, lo que más ruido hace es la cuestión del “aspiracionismo”. Si el Estado quiere educar, debe saber que la educación busca que el individuo pueda aspirar, siempre, a una vida mejor. Sea cual sea la condición de una persona, ésta, por su propia naturaleza, buscará superarse y la educación es, sin duda, una buena estrategia.
Queda lo del “porfirismo”, pero, en realidad, ¿quién sabe qué sea eso o a qué se refiere?
La educación en México no puede quedar bajo una sola óptica y no puede ser determinada por únicos criterios e ideologías; esta debe ser pluralista con el consenso de todos los sectores comprometidos en ello y, sobre todo, de los partícipes directos en esta importante y trascendental labor, empezando con los maestros quienes conforman la base de la formación humana y, de ahí, hacia arriba, hasta la esfera del Estado como garante del pluralismo y de una verdadera democracia, y no como una imposición que, irremediablemente, derivará en la mediocridad, el conformismo y la pobreza intelectual de los ciudadanos del futuro, un futuro que ya está aquí, de ahí que el organismo oficial responsable, la SEP, debe dejar de lado el servilismo y la politiquería para fomentar la educación de calidad que pueda posicionar a México como un país del Primer Mundo.
El gobierno, con la anuencia de la SEP, ha dejado de considerar la importancia de la labor de los maestros, para satanizarlos y utilizarlos como “chivos expiatorios” del fracaso educativo y les ha negado la verdadera participación en los programas educativos, ya que, al final de cuentas, son ellos, los maestros, los que verdaderamente saben cómo funciona esto de la educación.