Visita a Finlandia. Notas sobre su sistema educativo

Alfredo Arnaud Bobadilla

Hace poco tuve la enorme oportunidad de realizar un viaje de investigación a Finlandia, uno de los países sobre los que todo especialista en educación ha volteado su mirada, entre otras cosas, por su alto nivel de rendimiento en las pruebas internacionales, particularmente PISA (Programme for International Student Assessment, por sus siglas en inglés), pero también por los grandes beneficios sociales, políticos y económicos que se derivan de un sistema educativo de altísima calidad que ha sabido encontrar un notable equilibrio entre el rigor académico, un acompañamiento suave y diligente con sus estudiantes, al mismo tiempo que potencia las cualidades individuales, de colaboración y de respeto.Este viaje, organizado estupendamente entre el Instituto Escalae con sede en Barcelona y EduDesign Finland, abre la oportunidad, dos veces al año, de ir a conocer con bastante detalle este sistema educativo que se ha posicionado como uno de los mejores del mundo.

Son demasiados los temas que habría que abordar para hacer una reseña que valga la pena, entre los que puedo mencionar, el currículum, el manejo de los espacios, la formación docente inicial y continua, la evaluación docente, los recursos y métodos de aprendizaje para los alumnos, las instalaciones escolares, la interacción permanente entre la sociedad con la escuela, la búsqueda permanente de la equidad, el desarrollo de habilidades y competencias por nombrar algunos de los tantos aspectos que recubre el fenómeno educativo y que salen a la luz con nitidez cuando se comienzan a establecer las comparaciones.

Desgraciadamente, por cuestiones de extensión, no me será posible agotar todos los temas, sin embargo, intentaré ir a detalle en artículos posteriores que sirvan para abrir la discusión y el debate sobre la educación en México, mediante la comparativa con un país que ha sabido orientar exitosamente sus políticas educativas, así como también establecer una estructura administrativa, política y académica muy eficiente.

Quisiera, en este primer trabajo, presentar una visión general sobre el sistema educativo finlandés. Como primera reflexión, debemos entender que no hay manera de entender a la educación en Finlandia sin relacionarla con su sociedad: la escuela es uno de los centros gravitacionales de su estructura social, cultural, familiar e incluso, política. La escuela se entiende prácticamente como la base de su muy exitoso modelo social, y como la columna vertebral de su pujanza económica, toda vez que sus recursos naturales explotables son limitados, obligándolos a buscar sus fuentes de financiamiento en la explotación de su talento. Un talento que, por cierto, han sabido cultivar desde la infancia y sacar a flote en cada uno de sus ciudadanos, mediante métodos educativos bien estudiados, calculados y minuciosamente cuidados.

Hablemos de gobernanza de manera muy general. Es de destacar que las decisiones en materia educativa son tomadas por el Ministerio de Educación y Cultura en colaboración con el Consejo Nacional de Educación, un órgano desconcentrado del Estado este último que dicta la política educativa y que está conformado por especialistas en la materia, lo cual otorga, no sólo autonomía al sistema educativo con respecto de las turbulencias políticas, burocráticas y administrativas, sino que permite trazar un proyecto educativo a largo plazo, permitiendo que la educación deje de ser rehén de promesas de campaña o peor aún, de ocurrencias sexenales de secretarios de educación improvisados.

A partir de los lineamientos nacionales de educación, los recursos bajan a los municipios y de allí directamente a las escuelas, las cuales, en la mayoría de los casos, tienen plena libertad y autonomía para la toma de decisiones académicas, operativas y desde luego, administrativas. Y como todo el sistema está basado en la confianza, pero también en la asunción de las responsabilidades que le corresponden a cada quien, el Estado se ocupa de dispersar los recursos, los municipios de entregarlos a sus escuelas, las escuelas de administrarlos, el cuerpo directivo de organizar y garantizar la operación de la escuela en beneficio de sus estudiantes, los profesores de ofrecer una buena educación y los alumnos de aprender. En el caso de que algo no funcione en la escuela o con algún profesor, los padres de familia, profesores o cualquier otra persona afectada, deben ir avanzando de manera lineal, inmediata y directa hacia las autoridades más próximas, y no recurrir a instancias estatales  o centrales impenetrables y herméticas que se ocupan de disolver los asuntos en la extensa burocracia, en lugar de resolverlos.

En este marco, ha sido gracias a políticas educativas bien estudiadas y mejor implementadas que Finlandia ha conseguido posicionarse en los últimos 40 años como uno de los países con los mejores índices de bienestar, según el “OECD Better Live Index” (caso parecido al de Singapur), donde se apunta que: “Finlandia tiene un alto desempeño en educación y competencias, y se sitúa por arriba del promedio en otras dimensiones: ingresos y patrimonio, empleo y remuneración, estado de la salud, compromiso cívico, calidad medioambiental, satisfacción, seguridad personal, sentido de comunidad, vivienda y balance vida-trabajo”.

En el ámbito meramente académico, habrá de referirse que en 2016, el Consejo Nacional de Educación inició un programa educativo en el que los alumnos deben ser los protagonistas de su propio aprendizaje, que consiste en que el profesor debe evitar en la medida de lo posible ser el único en hablar y hacer una clases expositivas: los profesores en cambio, deben plantear problemas, situaciones, estudios de caso o investigaciones, entre otras muchas actividades, para que los alumnos se lancen (preferentemente de manera colaborativa) a solucionar los problemas o desentrañar los retos que se les plantean. De esta manera, todo lo que hemos leído sobre el constructivismo, el Aprendizaje Basado en Problemas (ABP), trabajo colaborativo, el estudiante en el centro del proceso de aprendizaje, el profesor como guía y muchas más premisas, se ven concretadas en las aulas finlandesas en cualquier nivel educativo.

Lejos de dar por acabado el tema del modelo finlandés en el ámbito educativo, pero sí para terminar el presente artículo, enuncio los 7 objetivos que plantea el nuevo currículo:

  1. Aprender a pensar, aprender a aprender;
  2. Conocimientos culturales (interacción y expresión);
  3. Saber cuidarse, habilidades de la vida diaria;
  4. Multi habilidad lectora;
  5. El conocimiento de las TIC;
  6. Habilidades para el mundo laboral y el emprendimiento;
  7. La participación en la construcción de un futuro.

Cabe mencionar que estos objetivos y su instrumentación están sujetos a rigurosos estudios, evaluaciones y análisis, para dar pie a su actualización al cabo de diez años. Es así, finalmente, que me he atrevido a hacer una brevísima y muy somera reseña de lo que he podido constatar con mis propios ojos, aunque, como lo mencioné al inicio del presente artículo, haré lo posible por ir desmenuzando cada uno de los temas que más llamaron mi atención, y que me hacen soñar que otras realidades son posibles para la educación de nuestro país.

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