Aprender estando lejos: retos, dilemas y creatividad en el uso de la televisión.

Un buen manejo gubernamental no pasa por ser bombero o por el simple lidiar con una crisis. En lugar de optar por soluciones ad hoc, lo que requiere el momento es saber atacar la raíz de los problemas.

Narendra Modi

 Eduardo Olivares 

Dentro de su obvia complejidad y vastos enredos, el regreso a clases en México plantea un encontronazo con un cúmulo de realidades que no son siempre fáciles de aceptar y menos aún de saber aterrizar con la eficacia y los buenos resultados que todos los actores del proceso de enseñanza- aprendizaje esperan e inclusive exigen. Docentes, alumnos y padres de familia saben ya de sobra las muchas contradicciones del sistema educativo mexicano, las evidentes desigualdades sociales y por ende el múltiple reparto natural de culpas de corte político o ideológico, culpas tanto del pasado inmediato como de la presente coyuntura de gobernantes y funcionarios que inciden directamente en el escenario educativo concreto. Aquí no hay mayores sorpresas: los mexicanos vivimos traspasados por la eterna desconfianza a quien ordena, a quien manda; vivimos aterrorizados por el poder oscuro de la burocracia y sus peculiares usos y costumbres dirigidos con demasiada frecuencia a entorpecerlo todo, la mayor parte de las veces incluso con una densa energía destructora dirigida a lograr que jamás se encuentren las soluciones necesarias en torno a tema alguno.

Y es justo allí que docentes y padres de familia tenemos el reto enorme de enfrentar sin rodeos este enorme dilema – siempre de forma positiva desde luego – si queremos encontrar una solución real. Y la clave está – verdades necias aparte – en la raíz de los problemas, en el  origen precisamente de lo que se pretende mejorar o cambiar. ¿Hemos reflexionado si ya desde la propia dinámica familiar se siembran  las temibles semillas de la aversión al conocimiento en los niños,  o del rechazo al verdadero saber para entender y poder así decodificar al mundo? ¿Hemos sopesado las implicaciones del delegar en la escuela el total de nuestras ambiciones de preparación y forje del aprendizaje de las materias básicas de la escuela para las nuevas generaciones? ¿Hemos estado cómodamente instalados en el acto pasivo del regaño o del aplauso relacionado completamente con lo que nos dicen que los alumnos han aprendido en sus horas de clase, dándolo por sentado sin más? ¿Estamos conformes con las diversas implicaciones de las calificaciones numéricas expresadas en una boleta de evaluación, testimonio siempre parcial del avance de cada educando? Cada quien sabe o debe saber la respuesta a estas preguntas. Y cada quien sabe o debería saber en qué ha contribuido al éxito o al fracaso del modelo educativo aplicado en las particularidades de cada estudiante- receptor de esas miles de horas acumuladas de enseñanza y de aprendizaje a lo largo de los años.

Y es en ese conjunto de premisas básicas en donde encontramos una diversidad de elementos pertinentes para esbozar lo que semejante reto práctico conlleva y así mismo la posibilidad de la creatividad para enfrentar su cariz complejo, aún bajo el riesgo de que toda educación pueda ser un oneroso sometimiento a paradigmas caducos de no aplicársele la imprescindible educación para la libertad y para su criba que es siempre la conciencia humana propositiva.

Y es en ese sentido la reciente inclusión forzosa pero inescapable de la televisión abierta ya sea pública o privada que se presenta como un tema nodo y como la oportunidad de su deconstrucción y desde cada ángulo de este tiempo inédito. Pensemos por ejemplo en la tradicional satanización de la televisión. La televisión como una supuesta caja idiota. La televisión como ventana humana pero también como un espejo.  Pero solemos obviar que la realidad pasiva de una pantalla no da para más per se: justo allí es donde el sujeto observante que observa tiene el reto de recrear una acción ante la propuesta visual que se le viene encima en forma de luz directa. Se deben tomar notas, realizar mapas mentales, contrastar lo observado contra la información pura y dura de los libros. Se debe discriminar entre la voz melosa y la presencia atractiva o no de quien está dándonos el conocimiento a la velocidad propia de una emisión de naturaleza volátil, efímera contra la naturaleza espesa y nutritiva del conocimiento en sí mismo. Si la televisión es una caja de pandora a la velocidad de la luz hipnótica, debemos resistir la posibilidad de sus efluvios técnico- distractores y concentrarnos en obtener de ella una pasividad que explote en la forma de una posibilidad real del aprendizaje. Por algo ya no podemos videograbar los programas televisivos como en años ya idos para volverlos a ver con mayor atención y pausas controladas.  Por algo la locura de internet se ha vuelto la ruta cuasi absoluta y no siempre pacífica para contender con el mundo de la información y sus diversos estratos de realidad o de su propia ausencia. Siendo el océano cibernético un ya imparable megáfono de distorsiones y de paradojas al alcance de un apretón de dedos, toca a nosotros – todos los actores de este nuevo espectáculo de esfuerzo comunitario a favor de los alumnos – el discernir de manera inteligente y asertiva sobre las bondades de cualquier herramienta de conocimiento. En ese orden de ideas – no exentas por supuesto de reflexiones mayores – la televisión y su natural complemento que conocemos como internet, y en los hogares mexicanos que tienen el privilegio de tenerlos, deben ser vehículos complementarios en la ardua ruta de la que debería ser siempre nuestra nuestra meta final: saber para trascender, saber para llegar al otro lado de la adversa montaña de complicaciones que estamos enfrentando en estos pandémicos tiempos. Llegar allí a donde se respira el aire eternamente fresco del conocimiento real para poder un no tan lejano día, Ser.

*Escritor, periodista y docente en escuela pública de nivel medio superior desde hace 30 años. Ha colaborado para los diarios El Financiero, Reforma, Unomásuno entre otros medios de circulación nacional. Padre de tres niños – María Fernanda, Damián y Julián – que están justo ahora en escuelas de nivel básico y a la espera del inicio del nuevo ciclo escolar 2020 2021

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