Eduardo Gurría B.
Existen tres puntos ante la expectativa del nuevo gobierno que debemos tomar en cuenta, no a partir del próximo 1º de diciembre, sino a partir de ahora: una, las promesas de campaña, dos, la realidad y tres, la viabilidad de las nuevas acciones propuestas.
De estos tres aspectos derivan varios puntos sobre los cuales se ha dicho mucho y se ha publicado mucho, y que son, de manera sintética, la cancelación de la Reforma Educativa, el Acuerdo Nacional sobre la Educación, con el que se pretende, de una manera muy ambiciosa, reivindicar al magisterio y su rol en la conducción educativa, esto mediante consenso a través de 32 foros estatales que, además, deberán ser incluyentes con la Asociación de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), las dotaciones económicas hacia diversos rublos como, becas, alimentación, recursos, suspensión de cuotas que aportan los padres de familia, autonomía administrativa, etc., además, el fortalecimiento de las escuelas normales, la creación de 100 universidades, la reducción de las subsecretarías, la autonomía de los trabajadores y el adelgazamiento administrativo.
Todo lo anterior basado en la premisa de que la educación es un derecho y no un privilegio.
Lo primero que empieza a hacer ruido, seamos de izquierda, de derecha, del centro, populistas, paranoicos, soñadores o aguafiestas es con qué se va a lograr todo esto; la fórmula para AMLO y su equipo es, en el papel, sencilla: reducir los privilegios salariales de funcionarios y hacer que el pago de impuestos sea equitativo, entre otras medidas, además de conciliar con los intereses de los maestros o, dicho de otra manera, las promesas de campaña todos las hemos escuchado, la realidad todos la vivimos y la viabilidad es lo que nos lleva a especular.
A lo largo de los años el discurso de López Obrador se fue radicalizando, se fue volviendo vindicativo y populista, y su presencia quedó, como la de tantos otros, en el ojo del huracán, con actos de corrupción de la mas ortodoxa escuela pripanista; los gobiernos perredistas dejaron mucho que desear, con alianzas y concertaciones sospechosas con algunos de los mas recalcitrantes delincuentes políticos de todos los tiempos.
Entonces, ¿su gobierno va a estar pintado con esos matices? y, sobre todo, ¿la educación tendrá el tinte de la política?, o peor aún, ¿será el SNTE el que lleve la batuta de la educación bajo el liderazgo de Elba Esther Gordillo o algún otro líder nefasto? El solo hablar de ello genera desconfianza hacia MORENA y AMLO.
Si la propuesta educativa está encaminada a caer en negociaciones, entonces de lo que estamos hablando es de demagogia; si la propuesta está planteada con base a las necesidades de cambio, estamos ante la realidad; y si la propuesta se plantea sobre un acuerdo de voluntades, estamos ante algo viable. Quedan por verse los resultados.
En otro giro, aún no ha llegado, ni siquiera de una forma parcial, una estrategia que sea capaz de resolver, de una buena vez por todas, lo mas importante: la educación.
No hay en la propuesta de MORENA, ni de nadie, ningún renglón en el que el Estado se comprometa a mejorar, de forma radical, el nivel educativo de los alumnos que cursan los diferentes estamentos, no existe una estrategia con la cual los maestros frente a grupo –o sea, los maestros-, puedan hacer que los estudiantes hagan eso: que estudien.
La propuesta es incluyente, sí, y tal vez con eso se logre que talentos que de otra manera se perderían, puedan sobresalir y puedan ser de gran ayuda para la comunidad, sin embargo, estamos hablando de individuos y el problema es nacional.
No se habla de estrategias para compaginar tres aspectos fundamentales del modelo educativo: 1, competencias; 2, evidencias y 3, aprendizaje, lo que, a su vez, genera cuestionamientos sobre si el alumno, realmente adquiere competencias, es decir, se vuelve competitivo y competente y sobre si el portafolio de evidencias representa una evidencia del aprendizaje. La respuesta es no.
Todas las reformas que se han propuesto e implementado a lo largo de décadas, no han resuelto el problema de fondo: el logro de un aprendizaje significativo, en donde el alumno vea reflejado en sí mismo lo que ha aprendido a lo largo de su trayectoria escolar.
Las reformas educativas no se han enfocado al interior del aula, sino lo han hecho hacia lo que, en el mejor de los casos, se llamaría hipótesis, que, sin haber sido comprobadas, se convirtieron en ideas peregrinas sustentadas por el Diario Oficial.
Lo anterior puede parecer muy negativo –y lo es-, pero también es una realidad; parece no existir una preocupación hacia la enseñanza centrada en el aprendizaje, intentos, los hay, resultados, también, sobre todo en los niveles de educación superior y/o de posgrado, en donde los objetivos se vuelven mucho mas claros, y en donde el Estado poco o nada tiene que ver, sobre todo debido a que la oferta proviene del sector privado, aunque, si bien, habría que considerar la intención de abrir las cien universidades arriba mencionadas y la matriculación de todos los aspirantes a la educación superior, lo que, en todo caso, significaría un alto costo, pero no garantizaría los resultados; se trataría, de alguna forma, de generar un sindicalismo estudiantil (?). Peligro.
Por último, queda el aspecto de la educación privada. Sabemos que las instituciones particulares deben plegarse a las directrices de la SEP, como disposiciones, reglamentos y calendarios, así como la currícula, los libros de texto y demás, pero, ¿de qué manera el Estado tendrá injerencia, sobre todo en el aprendizaje?
Las escuelas particulares han ido ganando espacios a lo largo de los años, tras la idea de que las “escuelas de gobierno” son ineficientes, sobresaturadas y son, tan solo para los pobres, de ahí que también sirvan como reflejo del status.
Sin embargo, aparte de lo discutible que es lo anterior, sí, el Estado, al concesionar el servicio de la educación a particulares, se ha visto exonerado de proporcionar espacios a todos a cambio de ser tolerante y permisivo con respecto a las políticas internas de cada institución, como el monto de las colegiaturas y cuotas, la contratación, despido y condiciones laborales de los docentes y demás personal, la infraestructura mínima de las instalaciones, la vialidad, etc., es decir, para el gobierno las escuelas particulares se convirtieron en una tabla de salvación y para la sociedad en un mal necesario.
En conclusión, las reformas que implantaron los gobiernos de los últimos sexenios y la del próximo gobierno hicieron y hacen poco mas que nada con respecto a la calidad educativa, mientras se cumpla con la ley, pero al sistema educativo mexicano le falta la gestión pedagógica, la orientación educativa, la enseñanza centrada en el aprendizaje y el trabajo en el día a día con modelos educativos eficaces y congruentes con la necesidad, con la realidad y con la viabilidad.