El amor alcanza para educar
- Pluma invitada
- 16 octubre, 2020
- Opinión
- Javier Rosales Gómez
Javier Rosales Gomez
Las profesoras y profesores (por aquello de lo políticamente correcto), en los últimos meses han desarrollado su labor de manera distinta, desconociendo y por lo tanto explorando, sin capacitación y echando mano de lo poco o mucho que poseen, con dificultades para comunicarse con sus alumnos, padres de familia y compañeros, teniendo por enterados información que carece de certidumbre por parte de las autoridades educativas, locales y federales, sin embargo, esto no ha sido factor para detener su lucha por enseñar y lograr que los alumnos aprendan, aunque la calidad y nivel de aprendizaje no sea el óptimo, han sustituido la alta instrucción por las ganas de investigar y explorar las “nuevas” tecnologías educativas, se han mostrado comprensivos al momento de escuchar y atender a padres de familia y alumnos, es más han hecho hasta lo imposible por que sus alumnos aprendan a la distancia, si bien es cierto que siguen percibiendo su sueldo íntegro, por que así lo determinó el Secretaría de Educación Pública y Gobernadores, el pasado 19 de agosto, menciona Miranda (2020), “firmaron un acuerdo en materia educativa que reconoce el papel “insustituible” de los maestros, y que garantiza que durante la estrategia de regreso a clases Aprende en casa, se les pagará su salario íntegro y recibirán todas las prestaciones a las que tienen derecho”, existe algo, aparte del trabajo como sustento de la vida, que hace que los profesores realicen su trabajo aun a pesar de todas las condiciones adversas para dicho fin, “pero ¿qué es esto de que la escuela la hacen? ¿Qué es lo que hacen?, y mejor aún, ¿qué los motiva a hacer lo que hacen, a hacer la escuela? Será una militancia, una vocación, un llamado, una convicción, una de responsabilidad, un asunto de amor”, Neyra (2018).
Desde la perspectiva de la psicología social, la familia es el primer contexto de socialización, el individuo se encuentra bajo la protección de los adultos, estos a su vez, dotan de herramientas, como valores, sustento, cultura, y consejos para prepararlos al “mundo” de la escuela, que esta ya forma parte del segundo contexto de socialización, aún que no es el mundo como tal, si forma parte de las primeras preparaciones del individuo para educarse e integrarse a la sociedad, este es uno de los principales aspectos que hace que el docente tenga el deseo de participar en la formación de seres nuevos, es decir adquiere por elección el compromiso de llevarlo acabo, siendo consciente de que la familia es la primera educación, pero no la suficiente.
Hoy que hace falta el apapacho y el abrazo, qué nos alejamos del contacto físico, ese que, sin malas interpretaciones, es necesario y casi inevitable en la vida del docente, con alumnos, compañeros y padres de familia, no obstante, los maestros no han dejado de hacerse sentir presentes en la vida de los alumnos, a pesar de las opiniones negativas, cabe decir, mal infundadas por un sector de la población, los docentes han diseñado una serie de estrategias, tal vez carentes de metodología, pero valiéndose de la creatividad, aquella que solo ellos saben como hacerla funcional y efectiva, propiciando la comunicación, atención y una serie de actividades y tareas para que los alumnos, en la medida de lo posible desarrollen sus habilidades básicas y conocimientos, entre estas la emocional, que es indispensable para aprender, tal vez los maestros sepan que el mundo necesita amor, por ello a pesar de la distancia hacen que sus alumnos se sientan queridos, importantes, amados, a través del mensaje, correo o videollamada.
Esta profesión se hace con amor, el amor a uno mismo para demostrar las capacidades propias y conseguir los objetivos educativos, amor por los alumnos, que son personas nuevas y carecen de elementos para trascender, amor entre pares que comparten las dulzuras y amarguras, amor hacia el prójimo, pues se sabe la responsabilidad social, vaya amor simplemente amor, educar es una forma de felicidad. Quién elige esta profesión, es sabedor de que todos los alumnos tiene la oportunidad de cambiar este mundo, mostrar lo viejo de él y prepararlos para que esto que estamos viviendo, no se vuelva a repetir a través de la innovación, esa responsabilidad recae en el docente, que sin saber a ciencia cierta que hace detrás de una computadora, le alcanza para simplemente hacerlo por el bien de sus alumnos. Educar es una decisión, basada en el amor, teniendo sentido de responsabilidad, así lo menciona Arendt (1996), “La educación es el punto en el que decidimos si amamos el mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad por él y así salvarlo de la ruina que, de no ser por la renovación, de no ser por la llegada de los nuevos y los jóvenes sería inevitable. También mediante la educación decidimos si amamos a nuestros hijos lo bastante como para no arrojarlos de nuestro mundo y librarlos a sus propios recursos, ni quitarles de las manos la oportunidad de emprender algo nuevo, algo que nosotros no imaginamos, lo bastante como para prepararlos con tiempo para la tarea de renovar un mundo común”
No se por cuánto tiempo más alcance este sentimiento para enseñar y aprender y si sea suficiente, pues también, la docencia como profesión, requiere procesos y transiciones evolutivas, tomando en cuenta la capacitación y actualización profesional, sin embargo la crisis en la educación por la que atraviesa el país, puede ser un punto de quiebre para que el sistema cambie radicalmente a raíz de este periodo a distancia o simplemente continúe siendo rehén de las conveniencias políticas, eso aún no lo sabemos, lo que sí sabemos, es que hoy, el amor alcanza para educar.
Referencias
Arendt, H. (1996). La crisis de la educación. Entre el pasado y el futuro. Barcelona: Península.
Miranda, F. (19 de agosto de 2020). SEP y gobernadores firman acuerdo: garantizan salario íntegro a maestros. El Universal. https://www.eluniversal.com.mx/estados/sep-y-gobernadores-firman-acuerdo-garantizan-salario-integro-maestros
Neira, Á. V. (2018). ¿Qué es lo escolar? Un diálogo entre la defensa y la crítica. Infancias Imágenes, 17(2), 219-227